Hoy creo que sufrí el síndrome de Stendhal, pero no había obras de arte
como referente, sino un marco de verde naturaleza, una soledad helada y un sobrio
abismo tan bello de impresión, como embriagador. Cuando uno está en una época
más sensible, supongo que acentúa su exposición al entorno que le rodea, y eso
es lo que me pasó en el Valle del Soba. Subimos a ver a un joven ganadero ya
localizado por Juan, con el que quiere trabajar en la cadena de
comercialización de carne autóctona de proximidad incentivando la optimización
de recursos y rendimiento del propio ganadero y pastor.
Ivan ha llevado el camino contrario a los viejos de la zona, con 37 años ha
dejado la carpintería en la ciudad y ha comprado 40 vacas con la ayuda de la
PAC y del gobierno cántabro, además de préstamos de los amigos que creen en él.
Ahora duerme todos los días en la cabaña entre 40 vacas y 7 terneros, 4 van a
parir y tiene que estar, me impresiona su valentía y decisión. Intentamos motivarle
más aún y valorarle, pero él ya de por sí cree tanto en lo que hace, que no
creo que nadie vaya a frenarlo de cara al éxito.
Luego de tomar café entre vacas, cacas, purines, su camastro, microondas,
terneros, podía imaginar el calor que le aportaban los animales en esas noches
de invierno, con una radio, tabaco y libros. El cariño con que las trata y su
tacto, podrían sentar cátedra en otros profesionales de trato directo con las
personas. En el pueblo, unas alubias rosas, filetes con papas, tarta de queso,
café con cognac y chupito, han sentando las madres de un día dónde he aprendido
mucho.
En Canarias he conocido a algunos cántabros, y a la vez algunos amigos
han vivido por aquí en distintas épocas, creo que empiezo a comprender un poco
la conexión entre regiones tan diferentes, hay algo común que no sé explicar,
pero lo hay.
P.D.: Fotos del día en el Valle del Soba
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