Me duele la cabeza. Estoy pagando el exceso de la fuerte
cerveza local que nos bebimos anoche en un barrio de Kinshasa lleno de luces y
música, muy popular, al que llaman le bon
marché. Nos sentamos en una terraza a comer pollo troceado con salsa
picante tipo pili-pili, mandioca y plátano frito. No estaba mal del todo. Sólo
me he traído dos libros aquí, “París era una fiesta” de Ernest Hemingway, y “París
no se acaba nunca” de Enrique Vila-Matas. Me los envió un amigo a Tenerife
desde el País Vasco, y yo los reservé para leerlos aquí. Viví casi tres años en
el sur de Francia, hasta hace unos meses, por esto y por otras razones mi
relación con el país ha sido bastante fuerte y siempre lo llevaré conmigo a lo
largo de la vida, al igual que Madrid o África. París es una súper ciudad, y el
relato de Hemingway es pura vida. Cuando estás aquí, prefieres evadirte y ver
películas ligeras, leer libros sobre la cotidianidad de la vieja Europa, y
parece que se disfrutan más. Por el contrario, en España o Francia, la cabeza
viaja en búsqueda de aventuras, nuevos retos y vidas paralelas. Supongo que no
nos conformamos con lo que tenemos y buscamos el cambio. Cuando llegas a una
ciudad como Kinshasa, la realidad te cae como un ice bucket challenge jaja, pongamos este símil actual, y por si no
lo sabías ya, recuerdas qué gran calidad de vida tenemos en casa incluso en
tiempos de crisis. Pero paso de entrar en este tema. Cada uno que aguante su
vela.
En esta semana de adaptación en R.D. Congo tengo las pilas a
tope, me siento fuerte, aunque sé que no debo emocionarme demasiado y hay que
guardar las energías para los próximos meses también. Estuve visitando un
barrio periférico de Kinshasa donde ejecutamos dos proyectos en mejora de agua,
higiene y saneamiento, (WASH), era un poco extraño. Un barrio en pendiente con caminos
de tierra entre la vegetación, con mucha basura, cuando llueve se desplaza toda
la tierra de la colina porque están deforestando para construirse las barracas
donde viven, uno de los más pobres que ví nunca creo. Allí ahora tenemos una
actividad de formación para animadores locales. Me caen bien. Pero se siente
tensión, la miseria es jodida para el carácter también, en un país desgraciado
y maltratado, la gente es reflejo de su historia. Qué contraste la fiesta de
parís y las sombras del Congo de Joseph Conrad! (El corazón de las tinieblas)
Un abrazo