jueves, 24 de febrero de 2011

PAN

Estoy de vuelta, la ciudad no lo está. A eso de las 12.00 del medio día los niños de colores aúpan sillas escolares, cada uno carga con su asiento como nosotros lo hacíamos con nuestros “creyones”. Ahí, una diferencia. Ya es de noche y he estado en la casa de los “rapaces”, bombillas y aulas entre la espesura oscura angolana, me gusta tardar un poco más y venir a comprar pan aquí, es una pequeña aventura diaria que me sabe a novela fresca. Miles de panes se amontonan en las viejas tablas de mármol, merienda para los ratones. Adentro siguen amasando y trabajando, hace calor y casi todo es blanco. Gano la confianza con palabras en “umbundu” y entro a hablar con los “panes”, calor humano y calor panadero. Les hago saber, ganando antes mi licencia, que volveré el próximo día con mi cámara a tirar unas fotos a la atmósfera que aquí les presento, y que casi pueden oler.

Al Martini blanco de mi amigo vasco (ya tu sabes Juambri), le sustituye el cine negro de días espesos, en cruzamientos suicidas con motos a todo o nada, imágenes dantescas de muertos prematuros, este es un problema en “mi país”. No se puede conducir así.

La alegría de mis jóvenes vecinos me resultan fruta fresca, como nísperos o como granadillas, por encima de bajos muros y buenos fondos. Al final de la calle reconstruyen una vieja caseta del partido gobernante, aquí no firmante. La mitad es de color rojo y la otra de color negro, y en el medio una gran estrella amarilla, imposible no reclamar la atención, colores de sangre y raza, colores a dinero demasiado nuevo, no me gusta.

P.D.: ya está, ahora voy a leer lo que pasa en Libia, me encanta que le salgan mal los planes a aquellos hijos de la gran...puse esta foto para colorear de verde este espacio carbón; entre mi vuelta de Benguela a partir del puerto de Lobito (miren un mapa) para llegar a mi querida Huambo.

Saludos.

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