Desde el Sahara todo pinta de un naranja
seco y claro, luminoso y caluroso, polvoriento y ajeno al mundo, sin música ni
ruido, pero con estrellas en la noche, tan inmenso como asolado.
Aún no entiendo muy bien el
contexto, pero si para mí esto se me hace algo “complicadillo” en apenas un par de días, imagino para la población saharaui, tantos años recluida en este espacio
del desierto.
Pasé un día en Argel, me gustó
mucho. Esa mezcla mediterránea y latina, heredada de Francia, junto a un toque árabe
y decadente, calles vividas y de pincelada africana, parecen un buen cóctel de
sinfonías y colores.
Fotos de los dos contextos, mi lugar de trabajo en los campamentos en este momento y la ciudad de Argel;
contraste hermano.
Un abrazo!
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