viernes, 18 de julio de 2014

Magia en la montaña


Subí a la montaña que un día retraté con palabras; pedí prestada la foto para resaltar el marco. Exhausto, esta vez al llegar a meta era yo el que miraba con aire nostálgico el horizonte, era yo el extranjero que un día describí en un antiguo post de este mismo blog, quizás hace uno o dos meses. Era yo el que miraba perdido y regañado hacia abajo, sin oxígeno en los pulmones. Encima del arenal rocoso volví a saber de mis limitaciones y debilidades, y cuando pasé a los abuelos en mi ascensión pensé en mi futuro, me comparé a ellos y el camino que debía abarcar se me hizo largo y pesado, y el calor agotó mis ideas al mismo tiempo que los pulmones se esforzaban cada vez más por administrar el oxígeno. Cuando llegué a la cima de la montaña roja, tuve tiempo para reflexionar, no sé en qué sentido, estaba tan cansado y acelerado que toda la soberbia y vanidad quedaron en cenizas. Y bajé del cielo, y en éstas llegaron los dos abuelos, y se sentaron a mi lado. Y me hablaron como si fuera un nieto, o un hijo. Con la naturalidad y simpleza de quien no debe nada y siempre tuvo patrón, Marcelo y Constancio me dieron palabras sin pedir nada a cambio, llegaron a mi encuentro.

Oriundos del pueblo de granadilla ambos, los tres nos apoyamos en la barandilla a mirar el precipicio oceánico, yo en el centro y ellos a cada lado. Marcelo me apoyaba el brazo en el hombro mientras me contaba la historia de cómo lanzaban proyectiles que encontraban de pequeño desde ahí mismo. Los dos trabajaron en las tomateras de pequeños, “los tomates más sabrosos de las islas porque están manoseados por el viento y regados por el salitre”, me decían. Luego emigraron a Santa Cruz, Constancio chófer de guaguas, Marcelo deambuló por Guamasa, donde tuvo hijos, Tacoronte, donde plantó limoneros, y finalmente por Santa Cruz también, donde nunca escribiría un libro pero otros se nutrirían de su historia, seguro. En el mar pescaron besugos, sesenta kilos, abajo mismo de la montaña. Luego los venderían en el pueblo. Y antes iban a por pulpos y morenas, donde el hotel conquistador quebró la playa y las rocas salvajes, y merendaban pejes verdes con vino, y la madre de Marcelo regresaba luego de San Miguel, donde iba a buscar rosas que luego vendería más abajo.


Y así fue esta mañana, que pensé que tenía que escribir sobre este encuentro en la montaña!
Besos y abrazos!

P.D.: foto de N.S, el tema de Coldplay llevo días escuchándolo por diferente gente! I like it!