domingo, 11 de mayo de 2014

Hola!



Hace unas semanas que no escribo nada, a veces no hay nada que decir o simplemente no hay tiempo de parar para ordenar las ideas, pero el mismo hecho de escribir calma y enriquece el alma, por eso lo hago incluso un domingo cualquiera como hoy. Además he estado inmerso escribiendo otras cosas (menos placenteras) y tengo “El Derecho a la pereza” (Paul Lafargue), ensayo que hojeo estos días. P.L. fue uno de los precursores de la reducción de la jornada laboral; idealista, marxista, acabó suicidándose con su mujer (segunda hija de Karl Marx). Siempre la realidad supera la ficción.  
Ayer trabajamos en la viña hasta decir basta, comemos y bebemos bajo el sol el vino y el  agua que sacian la sed, el millo crece y las papas negras también. Los niños plantan judías, riegan, (meten a los gatos en la lavadora, upss!) y son nuevos exploradores con ganas de comerse el mundo cada uno a su manera, visibles a la temprana edad de la inocencia y a fuego lento.
Casualmente hemos visto un arrastre de ganado esta mañana, el folclore sonaba en directo con viejos y viejas, y los bueyes quedaban mudos en cada carrera contra el crono, arrastrando sacos bajo un sol de justicia que encandilaba nuestros rostros y curtía la piel del agricultor presente que se vestía como antaño, con sombrero y alpargata de domingo, elegante y humilde como el poeta del pueblo Miguel Hernández, que escribía  “Vientos del pueblo me llevan”:

“Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa”.


….

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