miércoles, 3 de noviembre de 2010

"Escombros"

Estoy en Luanda, no hay mucho que decir. Mi vida no es emocionante, la actividad se me hace lenta y el proceso engorroso. El día a día no me sorprende, ni los negros “albinos” ni la “mai” africana. Se han llevado medio barrio y quintal para seguir ensanchando una de las carreteras de acceso al centro de la ciudad. Los escombros sirven de asiento a los viejos y de laberinto de juegos a los niños, qué patio de recreo tan horrible.

Mientras, bacterias “gram” juegan por mi intestino sin importarles daños colaterales, ahora encuentro un respiro de dolor y fiebre. Hoy ha sido como llevar puñales y a cada bache de la carretera, puñalada trapera.

El reencuentro con mis viejos amigos angolanos del trabajo ha sido un placer para mí. Si a alguien tenía en mente antes de volver era a ellos, pues son una representación de lo que verdaderamente me gusta de este país. ¿Qué digo? ¡Son amigos! Me he sentido muy reconfortado con su presencia breve estos días. Las personas que encuentras por primera vez en los sitios nuevos marcan tu paso posterior, sirviendo de rasero y de bastón a la misma vez.

Para quien le apetezca leer más, lo siento pero no doy para más, todo lo que podría escribir ahora en Luanda me sabría a repetido, a historias pasadas. Espero en 10 días estar en Huambo otra vez, allí hay mucha más savia nueva, está todo menos oxidado e invadido por la presión extranjera. Luanda ahora me huele a dólar, a piedra derruida y cemento nuevo, a exiliado, a forajido, a bandido. A un vaso vació y lleno, que hierve hasta el infinito y está a punto de rebosar y derramarse.

Y ahora me voy a tomar una de las duchas más largas de la historia, dentro de lo posible.

No hay comentarios: