sábado, 6 de noviembre de 2010

Emoción

El Misionero agarró el viejo Land Cruiser manipulado en ambulancia y lo seguirnos por el barrio de la Lixeira (Basurero), bajando las calles junto al derruido Mercado de Roque Santeiro. Desde una pequeña meseta podíamos divisar los enormes barcos y la maquinaria industrial anclada en el Puerto de la vieja Luanda, que alberga también una marisma de arena y mar contaminada y oxidada como el hierro al aire.

Es ya de noche y el viejo luchador hace sonar las sirenas y las bocinas del Jeep con las luces a modo de ambulancia, el barrio descongestiona y hasta los intrépidos Kandongueiros (taxis) nos dan paso, quedamos absortos y emocionados, esto es vivir pensamos. La figura del padre desprende el carisma y respeto propio de quien lucha desde hace años y trabaja 48 horas al día, horas que no van a salir en ningún Boletín oficial ni en ninguna lista de las Agencias de las Naciones Unidas, en la trastienda de los más necesitados, mano a mano y hombro a hombro, ojo por ojo y diente por diente. Mucha fuerza, mucho respeto y mucha pasión por su trabajo. La gente nos acoge muy cálidamente a pesar de que entramos al complejo como pueda entrar un elefante en una cristalería, o un gorila en una frutería, por variar algo.

Cariño de la gente, sonrisas y dientes en la oscuridad, niños huérfanos que te agarran la mano, felices al instante. Me ha gustado. Me ha dado fuerza y esperanza, motivación.

Luanda vuelve a ser emocionante.

Un abrazo

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