Hoy llegué a la provincia de Inhambane con
mis colegas de trabajo mozambiqueños, después de seis horas de carro y el
cansancio general, se siente aún más el calor tremendo. Las calles parecen
difuntos escenarios de una ciudad parada en el tiempo. Aquí estuve en el 2009
por primera vez, y mientras paseaba recordaba estampas y fotos que tomé en
aquella época y guardo en Tenerife. No ha cambiado absolutamente nada, la misma
decadencia colonial, la mezcla india, musulmana y africana, tintes caribeños en
esta África índica, las casas con colores medio derruidas y el mismo carácter
ralentizado por el clima, algunas mezquitas y otros tantos viejos teatros
portugueses, todo sigue absolutamente igual que hace 7-8 años.
Leo a veces por las
noches, ahora y aquí algunas páginas de Confieso que
he vivido o de Canto general, ambas
obras de Pablo Neruda (he puesto a la derecha del blog portadas de referencia). Me hace sentir bien y se aprende mucho de anécdotas e
historia en general. En un apartado del primer libro, Neruda cuenta la anécdota
de cuando encontró a Fidel por primera vez, en Caracas, o cuando conoció al Che
en La Habana, el cual sólo llevaba en sus periplos bélicos un libro de
aritmética y este último libro de Neruda de Canto
General, el cual leía por las noches a los guerrilleros. Estremece.
Abajo
una foto de una revista que me gustó, nunca la había visto.
A medida que pasa el tiempo, eres más
consciente de la imperfección del hombre. A medida que pasa el tiempo, tienes la capacidad de amar la imperfección.
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