domingo, 5 de marzo de 2017

La imperfección del tiempo



Hoy llegué a la provincia de Inhambane con mis colegas de trabajo mozambiqueños, después de seis horas de carro y el cansancio general, se siente aún más el calor tremendo. Las calles parecen difuntos escenarios de una ciudad parada en el tiempo. Aquí estuve en el 2009 por primera vez, y mientras paseaba recordaba estampas y fotos que tomé en aquella época y guardo en Tenerife. No ha cambiado absolutamente nada, la misma decadencia colonial, la mezcla india, musulmana y africana, tintes caribeños en esta África índica, las casas con colores medio derruidas y el mismo carácter ralentizado por el clima, algunas mezquitas y otros tantos viejos teatros portugueses, todo sigue absolutamente igual que hace 7-8 años.

Leo a veces por las noches, ahora y aquí algunas páginas de Confieso que he vivido o de Canto general,  ambas obras de Pablo Neruda (he puesto a la derecha del blog portadas de referencia). Me hace sentir bien y se aprende mucho de anécdotas e historia en general. En un apartado del primer libro, Neruda cuenta la anécdota de cuando encontró a Fidel por primera vez, en Caracas, o cuando conoció al Che en La Habana, el cual sólo llevaba en sus periplos bélicos un libro de aritmética y este último libro de Neruda de Canto General, el cual leía por las noches a los guerrilleros. Estremece. 

Abajo una foto de una revista que me gustó, nunca la había visto.


A medida que pasa el tiempo, eres más consciente de la imperfección del hombre. A medida que pasa el tiempo, tienes la capacidad de amar la imperfección.  


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